Flay~
Cuando estaba a punto de darme por vencida encontré una entrada con el nombre de nuestro pueblo y el de Ethan.
Accidente acaba con familia Flay.
La noche del 12 de noviembre la familia Flay fue atacada por una manada de lobos salvajes. Ambos padres acabaron desangrados en el suelo de la calle Howard en el pequeño pueblo de Chancey. El pequeño Ethan sobrevivió al incidente llevándose una mínima parte de los mordiscos, al acabar huérfano su tía Elsbeth demandó su custodia y se mudo desde Salem a Chancey para que Ethan no tuviera grandes cambios tras el incidente. Ahora ambos viven a las afueras del pueblo en la masía de la bisabuela del muchacho, Villa enchanted circle.
Abajo había unas fotografías de los padres de Ethan, Adrian y Gwen Flay, y de él de pequeño. Tenía el cabello de un oro ceniza deslumbrante, su altura asombraba incluso con esa edad, su mirada era de un dorado penetrante y sabio para ser tan pequeño... ¿Un momento? ¿Mirada dorada? Es la mirada, ¡es la suya estoy segura! No me lo podía creer, cómo había sido capaz de sentirla sin estar ni siquiera él? Villa enchanted circle... Círculo encantado. La conozco, nadie se acercaba nunca pero es una casa victoriana de un hermoso marrón cremoso.
Eran poco mas de las seis, aun tenía tiempo de pasar por su casa antes de que llegaran papa y mama. Recogí mi chaqueta y las llaves del Hyundai, que me regalaron por mi dieciséis cumpleaños, salí por la puerta y conduje hacía mi destino. El viaje fue corto y ya deslumbraba la casa victoriana a lo lejos, lucía preciosa con la luz del atardecer. De cerca era incluso más impresionante, era pequeña y acogedora con una torre en un lado como en los cantillos de los cuentos de hadas.
Cruce la verja de metal y me dirigí a la puerta, no había un timbre sino que había que picar la puerta como antiguamente, el sonido de los golpes me recorrió todo el cuerpo de cabeza a pies. Salió una pequeña mujer de pelo canoso y grandes ojos azules, parecía como una antigua bruja buena. Todo esto empezaba a ser como un cuento.
-Señora Elsbeth?
-Sí? –Su voz era dulce y acogedora, me trajo una ternura que no sentía desde hace mucho.
-Soy Lilyan Derelyn una compañera del colegio de Ethan. Podría hablar con él?
-Por supuesto, pero si no te importa no te retrases mucho, tenemos cosas que hacer –me dijo dándome una sonrisa llena de arrugas.
-Claro, será solo un momento.
-Adelante.
Se hizo a un lado y me dejó entrar, la casa por dentro era incluso mejor, el vestíbulo estaba lleno de cuadros de paisajes, a la derecha se encontraba el comedor, acogedor y hogareño con una chimenea en una de las esquinas. Seguí a la tía de Ethan subiendo las escaleras hasta donde pude suponer que sería la habitación de Ethan. Y acerté, Elsbeth pico en la puerta más alejada del pasillo.
-Ethan, tienes visita.
-Enseguida salgo! –se escuchó la respuesta de detrás de la puerta. La voz era profunda, me provoco un escalofrío leve en el cuerpo.
Se escuchaban muchos ruidos de la habitación de Ethan, cuando salió solo pude ver una cama con sabanas en blanco y negro, y las paredes de un verde que me recordaba a mis propios ojos. Estaba tan concentrada en la habitación que cuando cerró la habitación di un sobresalto, Ethan me sacaba una cabeza y media, tenía el mismo cabello que en la fotografía pero ahora lo llevaba revuelto, sus ojos de un dorado que para mi gusto era hermoso. No me di cuenta que estaba mirándole con la boca abierta hasta que le oí carraspear para llamar mi atención.
-Els, nos puedes dejar a solas?
-No hay problema, ya sabes dónde estoy.
La tía Elsbeth marchó escaleras abajo dejándonos a Ethan y a mí en el pasillo solos. Cuando noté su mirada interrogativa me presenté.
-Soy Lilyan Derelyn, estudió en el East School.
-Eso es fácil de adivinar por tu uniforme, no crees? –Me sentí frustrada y furiosa por su indiferencia –Soy Ethan Flay, pero eso ya lo sabías ¿no? Sino no estarías aquí.
-Créeme, no estoy aquí por gusto. El señor Holliday me dijo que no ibas muy bien en los estudios y me ha nombrado tu tutora.
-¿El señor Holliday? Siempre queriendo emparejarme, me manda una pequeña muchacha pelirroja de grandes ojos verdes cristalinos. –Su sonrisa era tan engreída que consiguió sacar lo peor de mí.
-Para empezar señor engreído, no soy pequeña tengo 17 años, y no soy pelirroja esas tienen el cabello zanahoria y mi cabello es de un rojo oscuro. Y por último, mis ojos son verde esmeralda y a muchos les parecen hermosos.
-La pequeña tiene carácter, no me muerdas gatita –Esta vez su sonrisa consiguió llegarme hasta al corazón pero no por eso iba a ser más amable.
-Mira vas a ser mi alumno por lo que te pediría un poco mas de amabilidad.
-Bueno si no hay más remedio –Agachó su cabeza para que sus ojos pudieran estar frente a los míos, sus músculos se tensaron bajo su camisa. Me estaba mareando –Y que sepas que a mí también me parecen hermosos, pequeña.
Esos ojos dorados estaban consiguiendo que entrara en trance, no sabía lo que hacía pero estaba me sentía segura, y esos labios carnosos estaban pidiéndome un beso. Sentí que sus ojos me pedían que me acercara a él pero cuando estaba a pocos centímetros giró su cara y tenía una mirada sombría.
-Es tarde, será mejor que te acompañe a casa.
Me sentí estúpida, ¿Como podía haber estado a punto de besar a alguien que ni siquiera conocía?
-No importa... Yo he venido en mi coche.
-Yo lo conduciré –Su sonrisa había vuelto –No me gustaría que una muchacha anduviera sola por ahí.
Nos despedimos de su tía y condujo hasta mi casa en silencio, este muchacho era muy extraño, con un extraño brillo dorado, iba de machote pero antes había notado una faceta diferente en el, hasta que dejo de mirarme y volvió a él. Le mire por el rabillo del ojo y se le notaba tenso, no paraba de mirar el cielo que en estos momentos estaba oscureciendo, por el horizonte se veía la luna saliendo. Llegamos a casa y se despidió con un adiós.
-Espera! ¿Cómo vas a llegar hasta casa?
-No voy a casa, tengo que hacer algo antes.
-¿Quedamos mañana?
-¿Tantas ganas tienes de repetir? –aún cuando era un arrogante su sonrisa me apremiaba el corazón.
-No te hagas ilusiones, tenemos que quedar para que te ayude con el arte, recuerdas?
-Mañana en clase hablamos, ahora me tengo que ir.
-¿Vendrás a clase? ¿A qué se debe ese cambio?
-Ahora tengo un motivo por el que ir –su sonrisa me hizo desbocarme de alegría.
Y sin ninguna otra palabra desapareció entre las sombras.
Estuve un rato de pie, en el porche de mi casa, sin respiración. No supe cuando rato estuve hasta que oí a mi madre llamándome desde la puerta. Me fui a mi habitación sin cenar, aun estaba un poco consternada por lo ocurrido, ese chico era un misterio y a mí me gustaba ser detective.
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